R. Melgar
El estigma de la violación

Mujeres víctimas de violaciones son rechazadas por su comunidad
Mujeres víctimas de violaciones son rechazadas por su comunidad
La agresión sexual constituye una de las armas más utilizadas durante los conflictos armados. Permite aterrorizar a la población civil, así como disponer de esclavas sexuales (generalmente se trata de mujeres) cuando a los criminales les viene en gana. Para muchos de ellos también supone una forma de aportar futuros miembros a las organizaciones para las que trabajan y con las cuales comparten una ideología.
El ejemplo más reciente y conocido nos lleva a Nigeria, donde hace ya dos años las 300 niñas de Chibok fueron secuestradas por Boko Haram. A día de hoy se teme que muchas de ellas hayan sido asesinadas, aunque también se sabe con certeza que algunas han sobrevivido gracias al video difundido por el grupo terrorista, si bien es posible que un gran número hayan sido violadas y torturadas por sus captores.
Desafortunadamente, el caso de las chicas nigerianas no constituye el único ejemplo, ya que allá donde se produzca un conflicto armado el colectivo femenino tendrá muchas posibilidades de ser utilizado como moneda de cambio en la trata de personas y la explotación sexual. La misma suerte que las niñas de Chibok corrieron las refugiadas de Darfur, las mujeres víctimas de violaciones en la República Democrática del Congo, las agredidas en las cárceles sirias por las fuerzas del gobierno, las más de 20.000 mujeres y niñas bosnias violadas por soldados serbios durante el conflicto de los años 90…
Cabe destacar que, como aspecto añadido, estas mujeres no solo han de enfrentarse a la propia agresión sexual y las secuelas de esta, sino que muchas suelen ser rechazadas por su comunidad e incluso por sus familias, sobre todo si anteriormente estaban casadas y después se quedan embarazadas. En muchos países se considera que el hecho de haber sido violadas debe avergonzarlas y, como consecuencia, también supone una deshonra para sus familias. Estas mujeres no solo no reciben apoyo por parte de su entorno, si no que normalmente tampoco son atendidas por médicos o psicólogos. Por esta razón, muchas deciden guardar silencio, lo que provoca que las agresiones sexuales sigan siendo un tema tabú en estas sociedades. A su vez, esto también conlleva que no se tome ninguna represalia ni medida judicial contra los agresores, que tras la violación son libres para poder seguir agrediendo a otras mujeres.