Venezuela, España y el Bipartidismo

Cómo es posible que un país que es un inmenso barril de petróleo se haya hundido
Todos hemos asistido a la función de ver cómo un país como Venezuela ha pasado de ser una de las economías más prosperas (sino la que más) de Iberoamérica durante el siglo xx, a ver cómo se desmorona en una orgía de corrupción, criminalidad, desabastecimiento y populismo.
Cómo es posible que un país que es un inmenso barril de petróleo y posee riquezas naturales, se haya hundido de esta manera.
En Venezuela, hasta finales del siglo pasado, se convivía en un sistema prácticamente bipartidista. Este sistema, en los últimos años, se vio puesto en entredicho a causa de los numerosos casos de corrupción. El pueblo pensó que era el sistema lo que fallaba, así que dio entrada a nuevas formaciones políticas (populistas) que predicaban un cambio de sistema. Los venezolanos los votaron en la idea de que sus problemas se solucionarían.
A día de hoy, Venezuela sufre una brutal escasez de productos básicos y medicinas, penurias para ciudadanos de naciones libres que creíamos olvidadas con la extinción de la antigua Unión Soviética. Venezuela en la actualidad ha conseguido ostentar el dudoso título de “nación más violenta del mundo” en cuanto a asesinatos, secuestros y crímenes de todo tipo.
¿Qué ha pasado? ¿Algo ha tenido que ver el sistema? ¿A sido el fin del bipartidismo una de las causas para este desmoronamiento?
Ahora vamos con Estados Unidos. Como todo el mundo sabe, su gobierno se basa en un sistema bipartidista. Ellos no han estado nunca a salvo de la corrupción, es más, sus escándalos y casos de corrupción han sido más que sonados y han llegado a afectar a las más altas instancias de la nación: “Watergate”, “Fitzwater”, “Lewinsky”, “Irangate”, etc.
Mientras que en Venezuela se pensó que era el sistema el que fallaba, no el individuo, en los Estados Unidos se piensa justo lo contrario: es el individuo el que falla, el sistema debe estar a salvo.
Los americanos se preocuparon de que su sistema judicial sea realmente fuerte e independiente, dotándole de mecanismos para aislar a los individuos corruptos, y éste ha sido siempre capaz de enderezar los destinos de la nación cuando se ha visto sometida a vaivenes.
En España, desde la Transición hemos gozado de un sistema bipartidista que ha pervivido con una salud razonable durante todos estos años. Sin embargo, hemos presenciado cómo han aparecido casos de corrupción durante prácticamente todas las Legislaturas desde que se inicia la Transición.
La Justicia (y ahí ha estado el gran problema) no ha sido todo lo independiente del poder político que debía ser, ni lo suficientemente ágil, ni contundente. Esta “debilidad” de nuestra Justicia desde luego no ha ejercido el efecto disuasorio deseable sobre ciudadanos que han llegado a la política únicamente para servirse de ella. De ahí la opinión generalizada de una parte de la población de que falla el sistema.
La solución necesariamente pasa por reformar el sistema (ojo, digo reformar, no derribar), si a nosotros no nos gusta la pintura de nuestra salón, cambiaremos el color y la pintaremos nueva, pero no derribaremos la casa (no somos capaces de imaginar en frío que hará en la calle). Reforcemos nuestra Justicia, hagámoslo independiente de verdad, hagámosla fuerte. Con los políticos hagamos listas abiertas. Hay un sinnúmero de acciones que podemos llevar a cabo para reformar nuestra casa sin tener que derribarla.
Miremos a Venezuela a la hora de iniciar aventuras con formaciones políticas de ideología no clara o populista.
Por último, decir que en España en estos dos o tres últimos años se ha jaleado hasta la náusea, por parte de algunos medios de comunicación, el fin del Bipartidismo, y se ha saludado la llegada del populismo. Estos medios implicados no son medios propiamente españoles, es decir, las decisiones en cuanto a su línea ideológica se toman en Italia. Ahora discurran ustedes un rato…